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Robert Falcon Scott (Plymouth, Reino Unido; 6 de junio de 1868-Barrera de hielo de Ross, Antártida; c. 29 de marzo de 1912) fue un oficial de la Marina Real Británica y explorador que lideró dos expediciones a la Antártida: la Expedición Discovery (1901-1904) y la malograda Expedición Terra Nova (1910-1913). En la primera expedición estableció un nuevo récord llegando hasta la latitud 82° S y descubrió la meseta antártica, en la que se encuentra el polo sur. En la segunda aventura, Scott lideró a una partida de cinco hombres que alcanzó al polo sur el 17 de enero de 1912, algo más de un mes después que la Expedición Amundsen.
Durante la vuelta desde el polo, un encuentro planificado con equipos de apoyo con perros de trineo procedentes del campamento base no llegó a producirse, a pesar de las instrucciones por escrito de Scott, por lo que a una distancia de 261 km de su base en la península de Hut Point y a solo 20 km del siguiente depósito de suministros, Scott y sus compañeros murieron. Cuando se hallaron sus cuerpos estaban en posesión de los primeros fósiles antárticos que se han descubierto,[1] correspondientes al árbol Glossopteris, lo cual probaba que la Antártida estuvo alguna vez poblada de bosques y unida a otros continentes.[2]
Antes de su nombramiento para dirigir la Expedición Discovery, Scott había seguido una carrera como oficial de la Marina Real británica. En 1899 se encontró casualmente con sir Clements Markham, presidente de la Royal Geographical Society, quien le informó de los planes que se estaban haciendo para una expedición a la Antártida. Poco después Scott se presentó voluntario para liderar el buque de la misión, el Discovery.[3] Tras dar este paso, su nombre quedó inseparablemente vinculado a la Antártida, el campo de trabajo al que dedicó los últimos doce años de su vida.
Tras conocerse la noticia de su muerte, Scott se convirtió en un héroe británico, como quedó reflejado por los numerosos memoriales levantados por todo su país. En las últimas décadas del siglo XX, Scott pasó de leyenda a figura controvertida, cuestionado en su competencia y carácter a causa del desastre que terminó con su vida y con la de sus camaradas. En el siglo XXI los historiadores han reconocido más positivamente a Scott, teniendo en cuenta las temperaturas extremadamente bajas de –40 °C que se registraron en la Antártida en marzo de 1912 y el hecho de que no se cumplieron sus órdenes para que los asistieran al regresar.[4]